Hace unos días leía en el prensa, en La Verdad, que había sucedido un caso cuanto menos peculiar. Un cliente había pedido un bocadillo en un restaurante del aeropuerto de Edimburgo, concretamente de bacon y huevo, y se había encontrado con esta desagradable sorpresa:
Como se puede leer en la noticia, este “suculento” bocadillo ha dado la vuelta al mundo en muy pocas horas, y el mayor perjudicado (aparte del comprador que el pobre se quedó comiendo pan solo), ha sido el aeropuerto de Edimburgo.
Éste, siendo un puro intermediario, puesto que los locales de comidas de los aeropuertos no son gestionados directamente por el propio aeropuerto, si no por empresas privadas, aunque eso sí, en su mano está la obligación de ceder las concesiones a empresas competentes.
Pero bueno, este aeropuerto se encuentra en cuestión de segundos con un problema a escala mundial y que repercutirá en la decisión de compra de muchos consumidores. Piénsalo:
¿Si vas a viajar estos días y vas a pasar por el aeropuerto de Edimburgo, te atreverás a consumir un bocadillo allí? Por lo menos, estará en nuestra cabeza.
La reacción de la empresa en este tipo de casos es muy importante. Aquí, y por lo que se lee en la prensa, se han limitado a decir que esto no se volverá a dar y que vigilarán con más atención a las empresas de comida que operan en sus instalaciones. ¿Suficiente?
Hoy en día, rotundamente NO. Esa fotografía ha pasado por millones timeline de Twitter, por millones de biografías de Facebook y ha sido comentario de muchos periódicos y de muchos grupos de Whatsapp. Hoy, ante este tipo de repercusiones por algo “negativo”, debemos de tener la capacidad de utilizar estas situaciones para conseguir algún efecto positivo.
Para eso tenemos que ser ágiles y aprovechar la cola de la ola que ha tenido el sucedo. Este aeropuerto de Edimburgo debería diseñar una rápida acción para contrarrestar el “daño” que ha hecho lo ocurrido.
¿Cómo? Creatividad.
En muchas ciudades y lugares vemos y oímos a menudo que se otorgan los que yo llamo “premios sociales”, es decir: El mejor bocadillo de Madrid, la mejor cerveza de Valencia, la mejor tapa de Sevilla… etc. ¿Tendría sentido tener el peor bocadillo del mundo?
Lo que está claro que este tipo de sucesos hoy en día se deben atacar de manera rápida y con agilidad, para obtener de lo malo, lo mejor.
El secreto es la creatividad más explosiva chicos!!