Para finalizar esta serie de post enfocados a la influencia de la vajilla en la percepción de los alimentos y en el cuál podemos aprender algunos trucos dentro del marketing gastronómico, en esta última entrega hablaremos sobre el tamaño.
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Tamaño del plato
El tamaño del plato puede influir sobre cuánta comida ingerimos, aunque no todos los estudios lo confirman.
Por ello, en el año 2005, el profesor Wansink y sus colaboradores quisieron profundizar en el tema: Sirvieron sopa a 154 comensales y les indicaron que se la tomasen hasta sentirse saciados. La mitad de ellos, sin embargo, estaban sentados frente a un plato con un ingenioso (y oculto) mecanismo, mediante el cual la sopa se rellenaba de manera automática, sin que el comensal se percatase de ello.
El resultado fue que el grupo asignado al plato “sin fondo” tomó un 73% más de sopa. Al preguntar a ambos grupos sobre su sensación de saciedad, hubo una nueva sorpresa: los dos percibieron una plenitud similar
Experimento palomitas
En el mismo año, en otro estudio de Wansink, se regaló a 158 voluntarios unas palomitas antes de entrar al cine para ver una película, pero los espectadores recibieron, al azar, recipientes distintos: unos contenían 120 gramos de palomitas y otros, 240 gramos.
Lo interesante del estudio es que la mitad de las palomitas eran frescas (recién hechas) y la otra mitad estaban pasadas (llevaban 14 días hechas). Es decir, se plantearon cuatro posibilidades:
- Palomitas frescas en un recipiente de 120 gramos.
- Palomitas pasadas en un recipiente de 120 gramos.
- Palomitas frescas en un recipiente de 240 gramos.
- Palomitas pasadas en un recipiente de 240 gramos.
Como era de esperar, los voluntarios que recibieron el recipiente grande con palomitas frescas comieron más (un 45,3% más) que quienes contaban con un recipiente pequeño con palomitas frescas. Sin embargo, contra todo pronóstico, quienes recibieron el recipiente grande que contenía palomitas pasadas también comieron más (un 33,6% más) que los del pequeño con palomitas pasadas.
La conclusión es obvia: si nos ofrecen más comida, comemos más, incluso si no nos gusta.
Experimento helado
En este caso, los voluntarios eran nada menos que 85 expertos en nutrición. Se les dio al azar un recipiente grande o uno pequeño en el que tenían que poner una bola de helado. Pero la cuchara para servir el helado también era de dos tamaños: más grande o más pequeña.
Los resultados son interesantes: los expertos que recibieron un recipiente grande se sirvieron un 31% más de helado sin ser conscientes de ello. Quienes además usaron (sin saberlo) la cuchara grande, se sirvieron un 14,5% más.
Tamaño y ración de pasta
68 participantes fueron asignados al azar a servirse pasta de un recipiente de gran tamaño (6,9 litros de capacidad) o de una fuente de tamaño mediano (de 3,8 litros de capacidad). En este caso, el plato en el que los voluntarios comían la pasta era igual. ¿Se sirvió más pasta el grupo que se sentó frente a una fuente más grande? Sí lo hizo, y mucho: los comensales asignados a la fuente de 6,9 litros comieron un 77% más de pasta
La investigación confirmó que, cuando el plato es muy grande, parece haber menos comida en su interior. En consecuencia, tendemos a llenarlo más (y a comer más).
Es decir, entre los muchos factores que influyen sobre nuestra tendencia a comer en exceso, las vajillas de gran tamaño podrían desempeñar un papel importante.
Betina Piqueras-Fiszman, Charles Spence. “The influence of the color of the cup on consumers’ perception of a hot beverage”. Journal of Sensory Studies 27 (5): 324–331, octubre de 2012.