Dotar de un poco más de tiempo a pensar de manera estratégica y social en la creación de nuevos productos o servicios es una demanda de la sociedad. Los nuevos diseños deben ser como mínimo accesibles, pero sin duda con el objetivo de ser inclusivos.
Ya sabemos la diferencia entre diseño accesible e inclusivo, pero ahora el reto radica en ponerlo en práctica. No es un coste de tiempo y esfuerzo extra, es una garantía de trabajo bien hecho y ejemplo de beneficio comunitario.
El diseño inclusivo no es solo para una minoría de personas
De hecho, si piensas que la creación de nuevas ideas pensadas sobre el concepto inclusivo es solo para una minoría de usuarios, te equivocas. Solo nos toca pararnos nuevamente a pensar. Existen multitud de supuestos que nos llevan a determinar que en algún momento de nuestras vidas todos necesitaremos un mejor diseño, al menos, más responsable. Más democrático y más social. ¿Por ejemplo?
Hay situaciones que nos penalizan alguna de nuestras capacidades de manera permanente, pero también las hay de manera temporal o incluso respondiendo a una causa circunstancial. Si pensamos en cualquiera de nuestros sentidos, podremos localizar diferentes situaciones, como estas que muestra la siguiente ilustración:
El valor de atender a estos y otros sentidos radica en un mejor resultado final. Un fin mucho más inclusivo y permisivo para todos, para cualquiera de nosotros. Se trate de un desarrollo de producto o servicio tangible o de cualquier diseño de aplicación digital, no lo olvidemos.
La diversidad funcional nos puede afectar a todos, no solo de manera permanente, si no también de manera parcial o temporal. Para un mundo mejor, debemos poner en práctica nuestra empatía desde el principio, desde las fases de conceptualización y estrategia de productos. Lograremos, sin duda, un mejor futuro para nuestras siguientes generaciones.
Foto: Inclusive Design Microsoft