Quizás este titular te ha llamado la atención. Quizás es exagerado. Quizás prematuro. Pero creo que en estos momentos de cambio, las decisiones deben estar a la altura.
Observando el mercado, las marcas y los consumidores, encuentro durante estas semanas diferentes maneras de afrontar la situación de alerta sanitaria y social que se vive en España, pero también en todo el mundo.
Aplaudimos a marcas por su labor social y desinteresada en la ayuda al sistema sanitario y a todo aquél que tiene una labor primordial que desarrollar. Me sumo al aplauso.
Vemos que muchas de estas marcas han parado su producción natural para fabricar productos de primera necesidad. Batas, mascarillas, viseras protectoras… Todo un ejemplo de solidaridad y ejemplo para muchos.
Pero… ahora, cuando ya llevamos mas de un mes de confinamiento, vemos como empresas y marcas empiezan a comercializar mascarillas personalizadas. Un concepto interesante, no lo voy a negar, pero ¿está justificado conociendo el entorno social que vivimos?
En condiciones normales, y si sigues este blog lo sabrás, este tipo de ideas me parecerían una verdadera genialidad. Personalizar un producto es una de las vías más directas para ser único y diferente del resto. Pura creatividad aplicada.
Pero, en un entorno que está sufriendo de forma devastadora el azote de una pandemia que afecta a todos, donde el elemento más básico para la mínima protección es una simple mascarilla…. ¿es una estrategia alineada con valores sociales?
Segmentar el mercado por deseos o poder adquisitivo cuando se trata de productos de primera necesidad, de urgencia, de salvar vidas, me parece una decisión poco acertada.
Una mascarilla personalizada genera diferencias. Diferencias entre consumidores que puedan pagarla o no, entre consumidores que tengan la posibilidad de tener mascarillas o no. Diferencias entre estar protegido o no.
Creo que no, no hemos aprendido nada. Seguimos sin aprender, aunque creamos que sí. No todo vale, y es ahora cuando de verdad hay que demostrar que somos empresas y consumidores solidarios.
No todo vale.
Foto: graffica.com