La humanización del B2B: el marketing emocional también para empresas

Casi históricamente, el marketing B2B (business to business) ha tenido fama de ser serio, racional y, por qué no decirlo, un poco aburrido (en general, pocos estudiantes he encontrado a los que les llame la atención más la venta de tornillería a fabricantes, que la venta de perfume). Frente al B2C, que siempre ha jugado con las emociones, las marcas B2B parecían empeñadas en hablar en tecnicismos, datos y presentaciones llenas de siglas. Sin embargo, algo está cambiando. Las empresas se están dando cuenta de que, al final, quien decide una compra no es una “empresa” en sí, sino una persona. Y las personas, ya sabes, sienten, se emocionan y conectan con las historias humanas.

De vender productos a construir relaciones

Durante mucho tiempo, el enfoque B2B se ha centrado en demostrar la validez técnica del producto o servicio que vendía. Podría ser lógico: los clientes eran otras empresas que buscaban eficiencia, rentabilidad y resultados. Pero en los últimos años, con la digitalización y la sobreoferta de soluciones, ese discurso se ha vuelto insuficiente.

Hoy, cuando un responsable de compras compara proveedores, no solo busca el mejor precio, sino también confianza, empatía y propósito. Quiere entender quién está detrás de esa marca y por qué debería creer en ella.

Por eso, las marcas B2B están empezando a usar recursos que antes parecían exclusivos del marketing que iba directo al consumidor: storytelling, tono humano, contenido emocional y estrategias de personalización que hablan directamente a las necesidades de las personas, no solo de las empresas.

El papel del storytelling en el mundo B2B

Contar historias no es solo cosa de marcas de consumo final. En realidad, el storytelling tiene aún más impacto cuando se aplica en entornos donde no se espera.

Un ejemplo muy claro es el de HubSpot, la plataforma de automatización de marketing para profesionales. En lugar de limitarse a hablar de sus herramientas y métricas, HubSpot ha construido toda una narrativa en torno al crecimiento, la colaboración y la educación. Sus campañas y su contenido no venden directamente el producto: venden una filosofía de trabajo más humana y eficiente. Incluso en su podcast “The Growth Show” comparte historias reales de empresas y emprendedores, lo que les permite conectar emocionalmente con su audiencia profesional.

Otro caso interesante es el de Mailchimp, una empresa que empezó como un pequeño servicio de email marketing para pymes. Con el tiempo, entendieron que sus usuarios no querían solo un software, sino un aliado para ayudarles a seguir creciendo. Por eso, Mailchimp comenzó a contar historias de sus clientes —emprendedores, creativos, pequeñas marcas— y a presentarse como una herramienta que da poder a la gente. Su tono cercano, incluso humorístico, rompió con la rigidez habitual del marketing B2B.

Lo que ambos ejemplos tienen en común es que ponen a las personas en el centro (sí, algo que hemos escuchado mucho, pero que es la realidad). Ya no hablan de funcionalidades, sino de cómo su solución mejora la vida laboral de quienes la usan. Y eso, en el fondo, es lo que realmente conecta.

Quédate con esto: Personalización, es el nuevo lenguaje entre empresas

Si el storytelling es la voz emocional del B2B moderno, la personalización es la vía.

Las marcas que triunfan en este terreno han entendido que los clientes B2B también esperan experiencias a medida. No quieren recibir el mismo correo genérico que cientos de empresas más. Quieren que les hables de su situación concreta, que comprendas sus desafíos y que les ofrezcas soluciones específicas.

Un ejemplo inspirador es también el de Salesforce, que utiliza datos y automatización para personalizar la experiencia de cada cliente potencial. Desde el primer contacto, adaptan los contenidos, los casos de éxito y las demostraciones según la industria y el tamaño de la empresa. Pero lo hacen sin perder ese toque humano: muchos de sus contenidos incluyen entrevistas reales con clientes y empleados, lo que refuerza la autenticidad del mensaje.

Otro caso es el del clásico IBM, una compañía que, pese a su tamaño, ha sabido mantener un tono cercano en su comunicación. Su estrategia de “Account-Based Marketing” se centra en entender profundamente las necesidades de cada cliente y crear contenidos específicos para ellos. En lugar de hablar de “productos”, hablan de alianzas.

Humanizar el marketing B2B no significa perder profesionalismo. Significa recordar que detrás de cada decisión de compra hay personas con emociones, con miedo a equivocarse, con ilusión por hacer bien su trabajo. Y cuando una marca demuestra empatía y comprensión, gana algo mucho más valioso que una venta: credibilidad.

Las marcas que se atreven a mostrar vulnerabilidad —por ejemplo, compartiendo aprendizajes de errores o historias de superación— logran diferenciarse en un mercado saturado. Porque la autenticidad se siente. Y en un entorno donde todos prometen resultados, quien se muestra genuino genera confianza.

El futuro del B2B será más emocional que técnico

No se trata de abandonar los datos o las métricas. Se trata de equilibrarlos con una comunicación más cálida, que haga sentir que hay personas detrás del logo. En los próximos años, veremos más marcas B2B apostando por contenido con rostro humano: vídeos con empleados, poniendo a los CEO’s en el foco mediático, podcasts con clientes, campañas centradas en historias reales y mensajes personalizados que parecen escritos “para ti”.

El cambio ya está en marcha. LinkedIn, por ejemplo, está lleno de marcas que han empezado a publicar contenido con tono conversacional, incluso humorístico. Empresas que antes hablaban de “soluciones integrales” ahora cuentan cómo su equipo ayudó a un cliente a resolver un problema concreto, o cómo su cultura interna les inspira a innovar.

Y eso, más que una moda, es una señal de madurez del marketing B2B. Porque si algo hemos aprendido en los últimos años es que la conexión humana no es exclusiva del consumidor final.

Foto de Dibakar Roy en Unsplash

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Invitados desconocidos para bodas: ya hay personas que pagan por asisitir a bodas de extraños

Hoy te traigo una tendencia muy, pero que muy inusual que ha comenzado a ganar mucho protagonismo: parejas que invitan a completos desconocidos a sus bodas… a cambio, eso sí, de un pago. Lo que podría parecer una excentricidad o una estrategia desesperada para llenar mesas vacías, en realidad está abriendo un nuevo capítulo en el marketing experiencial y en la forma en que las marcas pueden conectar con los consumidores a través de emociones auténticas. Las bodas se convierten en auténticos festivales.

¿Qué está pasando realmente con esta tendencia de desconocidos en bodas ajenas?

En redes sociales como TikTok, Instagram y foros de experiencias en general, han comenzado a circular historias de personas que pagan entre 50 y 150 euros por asistir a bodas de desconocidos. Es algo escéntrico, sí, pero a cambio, reciben una experiencia completa: comida, bebida, música, interacción social y, sobre todo, la posibilidad de vivir un momento emocionalmente cargado sin necesidad de estar emocionalmente implicado. ¡Vaya paradoja!

Algunas parejas de novios lo ofertan para terminar de cubrir costes, otras por el simple placer de compartir su felicidad con más personas. Pero lo interesante es cómo esta tendencia está captando la atención de consumidores jóvenes, especialmente millennials y generación Z, que valoran las experiencias por encima de los bienes materiales.

El marketing emocional: una oportunidad inesperada para conectar

Desde hace años, las marcas buscan formas de conectar emocionalmente con sus audiencias. Esto no es nuevo. El marketing experiencial se basa en ofrecer vivencias memorables lo que ha sido una de las estrategias más efectivas para el contexto actual. Este nuevo concepto de “bodas de pago” encajan perfectamente en esta lógica: son eventos cargados de simbolismo, alegría, estética y conexión personal.

Pero… ¿Y para las marcas qué representa?

  • ¿Puede haber espacio para marcas patrocinadoras? Desde vinos locales hasta fotógrafos, floristas o diseñadores de vestidos, muchas marcas y muy variadas pueden integrarse de forma natural en estos eventos.
  • Contenido generado por el usuario (UGC): los asistentes suelen compartir su experiencia en redes sociales, lo que multiplica el alcance orgánico del evento y de las marcas asociadas.
  • Segmentación emocional: asistir a una boda, aunque sea de desconocidos, genera una conexión emocional que puede ser aprovechada para campañas posteriores.

Pero… ¿Por qué alguien pagaría para ir a una boda ajena?

Desde el punto de vista del consumidor, esta tendencia responde a varias motivaciones:

  1. FOMO (Fear of Missing Out): Las redes sociales han amplificado el deseo de vivir experiencias únicas. Una boda ajena, con todo su glamour y emoción, es un evento “instagrameable” por excelencia.
  2. Curiosidad social: Imagina asistir a una boda francesa, italiana o polaca… Puede ser un atractivo para turistas para sumergirse en la cultura local.
  3. Soledad y búsqueda de conexión: En un mundo cada vez más digital, las experiencias humanas reales se valoran más. Una boda es un entorno ideal para conocer gente, bailar, reír y sentirse parte de algo.

¿Qué pueden aprender los profesionales del marketing?

Esta tendencia, aunque aún muy incipiente, ofrece varias lecciones clave para quienes trabajan en marketing:

  • El valor de lo inesperado: Las experiencias que rompen con lo cotidiano generan mayor impacto emocional. Invitar a desconocidos a una boda es tan inusual que se convierte en memorable.
  • La economía de la experiencia sigue creciendo: Las personas están dispuestas a pagar por momentos únicos, incluso si no tienen un vínculo directo con ellos. Esto abre la puerta a nuevos modelos de negocio basados en la participación emocional.
  • Autenticidad como motor de engagement: A diferencia de eventos artificiales o montados para el marketing, las bodas reales tienen una autenticidad que las hace irresistibles. Las marcas que logren integrarse sin forzar su presencia pueden beneficiarse enormemente.

Las bodas para desconocidos (que por ahora vemos en Francia) no son solo una curiosidad viral. Son un reflejo de cómo los consumidores actuales buscan experiencias auténticas, emocionales y compartibles. Para los profesionales del marketing, representan una oportunidad para repensar cómo se construyen las conexiones con el público.

En un mundo saturado de anuncios, lo que realmente deja huella es lo que se vive. Y si eso incluye bailar con extraños bajo luces de guirnalda en una boda francesa… quizás sea hora de decir “sí, quiero” al marketing emocional del futuro.

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Vivir a un año vista: la nueva estrategia de marketing experiencial

Este mundo nuestro está marcado por la incertidumbre. Ella marca el ritmo y ha surgido una tendencia que está transformando la forma en que consumimos: vivir a un año vista. Esta expresión, que podría parecer contradictoria en tiempos de mucha inquietud, define una nueva lógica de consumo anticipado que está siendo aprovechada por las marcas. ¿Por qué planificamos tanto como consumidores?

La era de la anticipación: decisiones de consumo cada vez más tempranas

La ansiedad provocada por la subida constante de precios, la escasez de productos y la alta demanda ha empujado a los consumidores a tomar decisiones con una antelación nunca vista. Ya no se trata solo de planificar vacaciones o eventos importantes: ahora compramos entradas para conciertos y festivales con un año de antelación, reservamos experiencias antes de saber si podremos disfrutarlas, y nos lanzamos a adquirir productos limitados por miedo a quedarnos fuera.

Las marcas, conscientes de esta nueva psicología del consumidor, han adaptado sus estrategias para empujar hacia la urgencia. La escasez programada, los lanzamientos exclusivos y las campañas con cuenta atrás son herramientas que refuerzan la presión de grupo. Nadie quiere quedarse fuera, y ese miedo colectivo —el famoso FOMO (Fear of Missing Out)— se convierte en motor de compra.

Pero cuidado, que la incertidumbre no frena esta tendencia, sino que la alimenta, ¡y mucho! Especialmente entre los consumidores más jóvenes de la Generación Z, que buscan tener el control sobre al menos una parte de su vida: las experiencias. En un contexto donde el acceso a la vivienda, la estabilidad laboral o la seguridad económica se ha vuelto más complejo, planificar una escapada, un festival o una cena especial se convierte en un acto de afirmación personal.

Para las marcas, esta anticipación es oro. No solo asegura ingresos con meses de antelación, sino que permite una mejor gestión de recursos, aforos y producción. El marketing experiencial ha entendido que el momento de la compra ya no es solo transaccional: es emocional, proyectivo y profundamente psicológico.

La satisfacción efímera y el ciclo infinito del deseo

El consumidor moderno no es que no esté satisfecho, es que su satisfacción dura menos que nunca. Vivimos en un entorno hiperestimulante, donde cada experiencia es rápidamente reemplazada por otra. Las redes sociales amplifican esta dinámica, mostrando constantemente nuevas metas, nuevos productos, nuevos destinos.

La consecuencia es clara: nuestra mente busca calmar la ansiedad con nuevas experiencias, y el mercado responde con una oferta infinita. El FOMO se convierte en un estilo de vida, y la planificación anticipada en una forma de mantener viva la ilusión. Pero, ¿qué ocurre cuando la experiencia llega y no cumple las expectativas? Se busca otra. Y así, el ciclo continúa.

Uno de los aspectos más interesantes de esta tendencia es que la anticipación genera placer. Comprar una entrada para un concierto dentro de seis meses activa un proceso emocional: lo imaginamos, lo compartimos, lo contamos. La experiencia comienza mucho antes de que ocurra, y en muchos casos, esa fase previa es más intensa que el evento en sí.

Las marcas han captado este fenómeno y lo han incorporado a sus narrativas. Ya no venden solo el producto o el servicio, sino la ilusión de lo que está por venir. El marketing se ha desplazado del momento de consumo al momento de planificación. Se estiran los tiempos, se construyen expectativas, se genera conversación. Y todo esto, antes de que el consumidor haya vivido realmente la experiencia.

¿Es una trampa o una oportunidad?

La clave está en la conciencia. En un entorno donde los algoritmos nos conocen mejor que nosotros mismos, es fundamental detenerse y preguntarse: “¿Esto que estoy comprando realmente lo deseo? ¿Me hará feliz? ¿Lo necesito?

Reducir la exposición a impactos publicitarios en momentos de vulnerabilidad —como por la noche, mientras navegamos sin rumbo— puede ser un primer paso. También es útil establecer límites personales, como no comprar nada que no se pueda disfrutar en el corto plazo, o evitar las compras impulsivas motivadas por la presión social.

Estamos viviendo una transformación profunda en la forma de consumir. Las marcas ya no compiten solo por ofrecer el mejor producto, sino por ocupar el espacio emocional previo a la experiencia. En este nuevo paradigma, el consumidor vive en un estado constante de expectativa, y el marketing se convierte en el arquitecto de esa ilusión.

Vivir a un año vista no es solo una tendencia: es una estrategia. Y como toda estrategia, puede ser aprovechada o cuestionada. Las marcas tienen ante sí la oportunidad de construir relaciones más auténticas, basadas en el valor real de las experiencias. Y los consumidores, el reto de recuperar el control sobre su deseo, su tiempo y su felicidad.

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