Hay noticias que nos llaman la atención por insólitas, divertidas o sorprendentes. Un ejemplo de esto es la reciente noticia que leía estos días en El País sobre un peculiar pueblo austríaco llamado Fucking.
No hace falta explicar demasiado. Para los anglohablantes, la palabra “fucking” (proviene de fuck) significa “follar”, además de ser multiusos y utilizada con fines peyorativos y malsonantes. Para el resto del mundo, igual de conocida y utilizada, sobre todo en las generaciones más jóvenes.
Fucking, el simpático pueblo austríaco se cambia de nombre
Pues bien, dada esta circunstancia y sin comerlo ni beberlo, los habitantes de Fucking se han visto envueltos durante años de una singular actividad. Han sido objeto de broma, visitas e incluso hurtos de señales de carretera. Algo que han decido parar.
Los habitantes de Fucking, “fuckingers”, han decidido cambiar el nombre de su pequeño pueblo de un centenar de habitantes por Fugging. Un nombre fonéticamente similar, pero que pretende acabar con el asedio del selfie y la broma.
Es cierto, como en todos los proyectos, empresas y sucesos, hay que contextualizar y ponerse en la piel de quién toma la decisión, pero, ¿habrá sido lo más correcto?
Sin duda, el naming es una de las características más importantes en casi todo. Sea un producto, servicio, organización, empresa, persona, país, ciudad… el nombre representa el primer impacto que genera valor y recuerdo.
Fucking, aún siendo una palabra que provoca controversia, es una fuente casi inagotable de atención. No me refiero a la famosa frase “que hablen de mí aunque sea malo”, si no a aprovechar de una forma positiva lo que la historia le ha dado a este pequeño pueblo.
Poder ser referente de simpatía, diversión, alegría… e incluso icono de la felicidad en los tiempos que corren es un verdadero privilegio. Para ello no solo hay que quedarse en un nombre, si no armar a la marca ciudad de una sólida estrategia para posicionarse en los valores que desean y no en los que la masa social quiera.
Hasta ahora el pueblo de Fucking tenía una personalidad propia, ahora, quizás no. El “naming” es vital, y muchas veces no le damos la importancia que tiene hasta perder verdaderas oportunidades, como de convertirnos en verdaderos “fuckers”.